martes, 10 de julio de 2012

Aquí no hay caballeros


Las mujeres mozambicanas tienen la fuerza que jamas haya imaginado alguien podria tener, ellas pueden llevar kilos de leña en su cabeza, paquetes pesados que cualquier mortal no osaria a cargar en sus manos y algun bebe en la espalda con la mas increible delicadeza que les da su naturaleza femenina.
Digo que no hay caballeros porque simplemente aqui no he visto aquella costumbre social a la que estaba acostumbrada en donde los hombres eran aquellos encargados de realizar los trabajos más pesados, a llevar las cosas más grandes. Aquí en cambio, me he dado cuenta que ese papel es en su mayoría para la mujer: si una pareja va caminando es ella quien lleva la mayor parte de la carga sin importar la edad. 
Así como en la mayoría de países en desarrollo la tasa de alfabetización (que en el país es de menos del 40%) es un poco más baja en las mujeres que en los hombres. El 46% de los niños entre 6 y 12 años van al colegio en contraste al 35% de las niñas. La influencia cultural, las difíciles condiciones económicas (a partir del 8o grado el pago de la educación es obligatorio), el embarazo adolescente y la desigual participación de la mujer en la familia han influenciado en la menor escolaridad femenina.
Esto ha determinado la baja capacitación de la mujer para la participación en el mercado laboral pero aún así algunas de ellas han decidido trabajar en cultivos para garantizar por lo menos la comida diaria de sus hijos. Trabajando con la misma o incluso mayor fuerza que los hombres pero siempre cuidando de sus bebés que llevan siempre con ellas. 
Antes de hacer cualquier juicio al respecto vale la pena conocer la situación de la mujer en este país. Si bien constituye el 51% de la población, me atrevería a decir que es una de las principales fuerzas que mueve esta sociedad.
Desde mi experiencia en Colombia siempre he creido que la pobreza es particularmente injusta con las mujeres por circunstancias sociales, políticas, económicas y hasta culturales. Nuestra posición central en la familia, y por ende en la sociedad, es una ventaja y a la vez una desventaja que puede ser entendida como un obstáculo y a la vez un reto personal.
Incluso si las mujeres de este país han vivido en un contexto completamente diferente al que habríamos imaginado, esto ha servido para que ellas hayan aprendido a ser más fuertes. Si me preguntaran alguna estrategia para alcanzar el desarrollo económico, les diría que es necesario empoderar a la mujer con habilidades para el trabajo que le permitan participar de manera activa en el mercado laboral, que le permita decidir sobre su proyecto de vida, donde pueda escoger el número de hijos que pueda tener, educarlos y garantizar que crezcan saludables; en fín que ellas al igual que los caballeros sean agentes de aquel camino hacia un crecimiento sostenible.

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